Das kapital
Si uno camina por la mayoría de las carreteras de Oriente Medio, la antigua Unión Soviética o América Latina, verá muchas cosas: casas que sirven de refugio; parcelas que se cultivan, se siembran y se cosechan; mercancías que se compran y se venden. Los bienes de los países en desarrollo y ex comunistas sirven principalmente para estos fines físicos inmediatos. En Occidente, sin embargo, los mismos activos también tienen una vida paralela como capital fuera del mundo físico. Pueden utilizarse para poner en marcha más producción asegurando los intereses de otras partes como “garantía” de una hipoteca, por ejemplo, o asegurando el suministro de otras formas de crédito y servicios públicos.
¿Por qué los edificios y los terrenos de otras partes del mundo no pueden llevar también esta vida paralela? ¿Por qué los enormes recursos de los países en desarrollo y ex comunistas, que mis colegas del Instituto para la Libertad y la Democracia (Lima) y yo estimamos en 9,3 billones de dólares de capital muerto, no pueden producir valor más allá de su estado “natural”? Mi respuesta es que el capital muerto existe porque hemos olvidado (o quizás nunca nos hemos dado cuenta) de que convertir un activo físico para generar capital -utilizar tu casa para pedir un préstamo para financiar una empresa, por ejemplo- requiere un proceso muy complejo. No es diferente del proceso que nos enseñó Albert Einstein por el que se puede hacer que un simple ladrillo libere una enorme cantidad de energía en forma de explosión atómica. Por analogía, el capital es el resultado de descubrir y liberar la energía potencial de los billones de ladrillos que los pobres han acumulado en sus edificios.
Excedente de trabajo
La plusvalía, también conocida como valor excedente, apareció definida por Marx en su obra “El Capital” y es básicamente el valor no pagado del trabajo del obrero que crea un producto excedente del que el empresario se convierte en propietario. Se origina así la esencia de la explotación o acumulación capitalista.
Es decir, según la teoría desarrollada por Karl Marx, al trabajador se le paga menos de lo que realmente produce. Así, la diferencia entre lo que realmente produce y su salario es lo que se conoce como plusvalía. Esta plusvalía constituye el beneficio extra del empresario.
El concepto de plusvalía, tal como lo reconoce Karl Marx en sus escritos, fue tomado del economista clásico David Ricardo. A su vez, podemos decir que David Ricardo había intentado perfeccionar el concepto acuñado por Adam Smith.
Sin embargo, fue Karl Marx quien desarrolló el concepto tal y como lo conocemos hoy. Marx trabajó el concepto hasta el punto de distinguir entre “fuerza de trabajo” y “trabajo”. Este hecho facilitó enormemente la explicación efectiva de la plusvalía. El concepto de plusvalía constituye un término fundamental en su teoría del “valor del trabajo”.
Marx capital
La ley del valor de las mercancías (en alemán: Wertgesetz der Waren),[1] conocida simplemente como la ley del valor, es un concepto central en la crítica de Karl Marx a la economía política expuesta por primera vez en su polémica La pobreza de la filosofía (1847) contra Pierre-Joseph Proudhon con referencia a la economía de David Ricardo. [2][nota 1] En términos más generales, se refiere a un principio regulador del intercambio económico de los productos del trabajo humano, a saber, que los valores de cambio relativos de esos productos en el comercio, generalmente expresados por los precios monetarios, son proporcionales a las cantidades medias de tiempo de trabajo humano que actualmente son socialmente necesarias para producirlos dentro del modo de producción capitalista[3][nota 2].
Así, el valor de cambio fluctuante de las mercancías (productos intercambiables) está regulado por su valor, donde la magnitud de su valor está determinada por la cantidad media de trabajo humano que es actualmente necesaria socialmente para producirlas (véase la teoría del trabajo del valor y del valor-forma). En sí mismo, este teorema es bastante sencillo de entender e intuitivamente tiene sentido para muchos trabajadores. Sin embargo, teorizar sus implicaciones es una tarea mucho más compleja, ya que mantuvo a Marx ocupado durante más de dos décadas.
La plusvalía svenska
El hecho de que el Times no tuviera un cariño desmesurado por el “Dr. Marx” se desprende de otros comentarios que aparecen en el artículo: que “con frecuencia se hacía odioso a los que discrepaban de él”; y que “hacía poco tiempo que amenazaba con disparar al director de la Pall Mall Gazette por una crítica que consideraba ofensiva”.
Sin embargo, esta metedura de pata obligó al periódico a ser más cuidadoso cuando, el 16 de marzo de 1883, volvió a informar sobre la muerte de Marx, titulando el reportaje, de forma bastante extraordinaria, como “Muerte informada de Karl Marx”.
Y luego, una vez que quedó claro que esta vez el informe no había sido un aullido, salió al día siguiente con un obituario más seguro de sí mismo titulado “La muerte de Karl Marx”, en el que el periódico se esforzó por ser más ecuánime en su juicio sobre el muerto.
Por ejemplo, menciona que “Herr Marx… siempre evitó una manifestación”, por lo que la familia había “decidido que el funeral fuera privado”. Sin embargo, insistió en llamar al “amigo íntimo” del muerto, el doctor Friedrich “Engel”, presumiblemente tomando la “s” del apellido del amigo por una superfluidad. Además, todavía no pudo acertar con las líneas de tiempo. Así, el año en que se publicó por primera vez el libro de Herr Marx “El Capital” es 1864, en lugar de 1867. Sin embargo, la gracia es que esta vez Karl Marx sigue muerto.
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