Que es un rentista

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El capitalismo rentista es un término que se utiliza actualmente para describir la creencia en las prácticas económicas de monopolización del acceso a cualquier tipo de propiedad (física, financiera, intelectual, etc.) y la obtención de importantes cantidades de beneficios sin contribuir a la sociedad[1][2][3] Los orígenes del término no están claros; a menudo se dice [¿por quién?] que se utiliza en el marxismo, aunque la propia combinación de palabras rentista y capitalismo nunca fue utilizada por el propio Karl Marx.

Sin embargo, Marx creía que el capitalismo estaba intrínsecamente construido sobre prácticas de usura y que, por tanto, conducía inevitablemente a la separación de la sociedad en dos clases: una compuesta por los que producen valor y otra, que se alimenta de la primera. En “Teorías de la plusvalía” (escrito en 1862-1863), afirma “…que el interés (en contraste con el beneficio industrial) y la renta (que es la forma de propiedad de la tierra creada por la propia producción capitalista) son superfetaciones (es decir, acumulaciones excesivas) que no son esenciales para la producción capitalista y de las que ésta puede deshacerse. Si este ideal burgués fuera realmente realizable, el único resultado sería que la totalidad de la plusvalía iría a parar directamente al capitalista industrial, y la sociedad quedaría reducida (económicamente) a la simple contradicción entre el capital y el trabajo asalariado, simplificación que, en efecto, aceleraría la disolución de este modo de producción”[5].

Estado rentista y democracia

En la teoría actual de las ciencias políticas y las relaciones internacionales, un Estado rentista es un Estado que obtiene la totalidad o una parte sustancial de sus ingresos nacionales de la renta pagada por individuos, empresas o gobiernos extranjeros[1].

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El uso académico del término “Estados rentistas” y de las Teorías de los Estados Rentistas (TER) se hizo muy conocido tras los trabajos de Hazem El Beblawi y Giacomo Luciani sobre el desarrollo de los países ricos en petróleo del Golfo Pérsico[2], que demuestran que los Estados rentistas reciben ingresos sin que aumente la productividad de la economía nacional ni el desarrollo político del Estado, es decir, la capacidad de gravar a los ciudadanos. La distribución desigual de los ingresos externos en los Estados rentistas tiene, pues, un efecto negativo sobre el liberalismo político y el desarrollo económico. Sin apenas impuestos, los ciudadanos son menos exigentes y están menos comprometidos políticamente, y los ingresos procedentes de las rentas anulan la necesidad de desarrollo económico[3].

Las teorías del Estado rentista se han convertido en un marco de referencia dominante para los estudios de los países dependientes de los recursos en el Golfo y en la región más amplia de Oriente Medio y el Norte de África[4], pero también se utilizan para analizar otras formas de rentismo.

Clase rentista

Vivimos en la era del capitalismo rentista. Es el punto de crisis de la Transformación Global, durante la cual las reivindicaciones del capitalismo han sido totalmente socavadas por un sistema en desarrollo que es radicalmente diferente de lo que dicen sus defensores. Afirman la creencia en el “libre mercado” y quieren hacernos creer que lo están extendiendo. Eso es falso. Hoy tenemos un sistema de mercado muy poco libre.

El sistema de distribución de la renta del siglo XX se ha roto. Desde la década de 1980, la parte de la renta que se destina al trabajo se ha reducido en la mayoría de los países económicamente importantes. Los salarios reales, por término medio, se han estancado o han disminuido. Hoy en día, una pequeña minoría de personas y empresas acumulan una gran riqueza, no gracias al “trabajo duro” o a la actividad productiva, sino a los ingresos por alquiler.

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Los “rentistas” obtienen ingresos de la posesión de activos que son escasos o que se han hecho escasos artificialmente. Los más conocidos son los ingresos por alquiler de tierras, propiedades, minerales o inversiones financieras, pero también han crecido otras fuentes. Entre ellas se encuentran los ingresos que obtienen los prestamistas por los intereses de la deuda; los ingresos por la posesión de la “propiedad intelectual”; las ganancias de capital de las inversiones; los beneficios empresariales “por encima de lo normal” (cuando una empresa tiene una posición dominante); los ingresos por subvenciones; y los ingresos de los intermediarios financieros derivados de transacciones de terceros.

Qué es la economía rentista

En sus términos más sencillos, un rentista es alguien que obtiene sus ingresos de la renta de los activos que controla, en lugar de vender su mano de obra; un terrateniente es el ejemplo obvio. Desde la década de 1970, el término “rentista” también se ha aplicado a los Estados: un “Estado rentista” es aquel que obtiene la mayor parte de sus ingresos de la renta de los activos exportados (especialmente el petróleo), en lugar de hacerlo a través de los impuestos sobre la producción nacional.

Más recientemente, académicos como Mariana Mazzucato y Guy Standing han popularizado el concepto de capitalismo rentista. A diferencia de Thomas Piketty, no ven el aumento de la desigualdad económica como una tendencia inexorable del capitalismo. Por el contrario, sostienen que muchas economías de mercado se han “rentierizado”: es decir, han evolucionado de forma que premian a las empresas que controlan la propiedad, las infraestructuras, los recursos naturales, las patentes y los instrumentos financieros, a expensas tanto de los ciudadanos de a pie como de las empresas de los sectores productivos.

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El control de los activos permite a las empresas fijar precios arbitrarios o, en otras palabras, “extraer rentas”. Por ejemplo, las empresas farmacéuticas se benefician de las patentes, que les ayudan a extraer rentas por los medicamentos que han desarrollado, elevando los costes de los tratamientos médicos para los ciudadanos de a pie. Al mismo tiempo, los ciudadanos deben pagar una proporción mayor de sus ganancias en impuestos que las “grandes farmacéuticas”, tanto porque los tipos del impuesto de sociedades suelen ser más bajos que los del impuesto sobre la renta, como porque es más fácil para las empresas que para los individuos elegir en qué jurisdicciones pagan impuestos. Mientras tanto, las empresas de sectores como el manufacturero tienen más dificultades para acceder al capital porque se encuentran en una posición estructuralmente menos ventajosa que los rentistas, lo que conduce a la disminución de la innovación y al debilitamiento de la productividad.

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