Tribunal de la inquisició

Tribunal de la inquisició

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El Tribunal de la Inquisición, también conocido como El Tribunal de la Inquisición o La Escena de Inquisición, es una pintura al óleo sobre tabla de 18×29 pulgadas realizada por el artista español Francisco Goya entre 1812 y 1819. El cuadro pertenece a una serie que incluye también La corrida de toros, El manicomio y Una procesión de flagelantes, todos ellos reflejo de costumbres a las que los liberales (entre los que se encontraba entonces Goya) se oponían y deseaban que se abandonasen, pero su reforma fue rechazada por la política absolutista de Fernando VII de España.

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El Tribunal de la Inquisición, también conocido como El Tribunal de la Inquisición o La Escena de Inquisición, es una pintura al óleo sobre tabla de 18×29 pulgadas realizada por el artista español Francisco Goya entre 1812 y 1819. El cuadro pertenece a una serie que también incluye Corrida de toros, El manicomio y Procesión de flagelantes, todos ellos reflejando costumbres a las que los liberales (entre los que se encontraba entonces Goya) se oponían y deseaban que fueran abandonadas, pero su reforma se oponía a la política absolutista de Fernando VII de España[1].

El cuadro representa un auto-da-fé (portugués, “acto de fe”) de un tribunal de la Inquisición española, que se celebra en el interior de una iglesia. Los cuatro acusados llevan en la cabeza una coroza o capirote alto y puntiagudo, y van vestidos con sanbenitos que describen sus delitos. Alrededor de los acusados están los clérigos y los inquisidores, y más atrás un mar de invitados llena el interior de la iglesia, presenciando el drama. Todas las figuras del primer plano están a la luz, individualizadas y bien caracterizadas, mientras que el fondo está ocupado por una masa anónima de personas encerradas por la oscuridad y una arquitectura gótica claustrofóbica[cita requerida].

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El Tribunal de la Inquisición, también conocido como El Tribunal de la Inquisición o La Escena de Inquisición, es una pintura al óleo sobre tabla de 18×29 pulgadas realizada por el artista español Francisco Goya entre 1812 y 1819. El cuadro pertenece a una serie que también incluye Corrida de toros, El manicomio y Procesión de flagelantes, todos ellos reflejando costumbres a las que los liberales (entre los que se encontraba entonces Goya) se oponían y deseaban que fueran abandonadas, pero su reforma se oponía a la política absolutista de Fernando VII de España[1].

El cuadro representa un auto-da-fé (portugués, “acto de fe”) de un tribunal de la Inquisición española, que se celebra en el interior de una iglesia. Los cuatro acusados llevan en la cabeza una coroza o capirote alto y puntiagudo, y van vestidos con sanbenitos que describen sus delitos. Alrededor de los acusados están los clérigos y los inquisidores, y más atrás un mar de invitados llena el interior de la iglesia, presenciando el drama. Todas las figuras del primer plano están a la luz, individualizadas y bien caracterizadas, mientras que el fondo está ocupado por una masa anónima de personas encerradas por la oscuridad y una arquitectura gótica claustrofóbica[cita requerida].

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En un principio, la Inquisición tenía como objetivo principal identificar a los herejes entre los que se convertían del judaísmo y el islam al catolicismo. La regulación de la fe de los católicos recién convertidos se intensificó tras los decretos reales emitidos en 1492 y 1502 que ordenaban a judíos y musulmanes convertirse al catolicismo o abandonar Castilla, lo que dio lugar a cientos de miles de conversiones forzadas, a la persecución de conversos y moriscos, y a las expulsiones masivas de judíos y de musulmanes de España[2] La Inquisición no fue abolida definitivamente hasta 1834, durante el reinado de Isabel II, tras un periodo de influencia decreciente en el siglo anterior.

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La Inquisición fue creada mediante la bula papal Ad Abolendam, emitida a finales del siglo XII por el Papa Lucio III para combatir la herejía albigense en el sur de Francia. Hubo un gran número de tribunales de la Inquisición papal en varios reinos europeos durante la Edad Media a través de diferentes medios diplomáticos y políticos. En el Reino de Aragón, se estableció un tribunal de la Inquisición Papal por el estatuto de Excommunicamus del Papa Gregorio IX, en 1232, durante la época de la herejía albigense, como condición para la paz con Aragón. La Inquisición fue mal recibida por los aragoneses, lo que dio lugar a prohibiciones de insultos o ataques contra ella. A Roma le preocupaba especialmente que la numerosa población musulmana y judía de la península ibérica ejerciera una influencia “herética” sobre la población católica. Roma presionó a los reinos para que aceptaran la Inquisición papal después de Aragón. Navarra cedió en el siglo XIII y Portugal a finales del XIV, aunque su “Inquisición romana” fue famosamente inactiva. Castilla se negó constantemente, confiando en su posición destacada en Europa y en su poder militar para mantener a raya el intervencionismo del Papa. A finales de la Edad Media, Inglaterra, debido a la distancia y al acatamiento voluntario, y Castilla (futura parte de España), debido a la resistencia y al poder, fueron los únicos reinos de Europa Occidental que resistieron con éxito el establecimiento de la Inquisición en sus reinos.

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