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2014 fue un año incomparable para el cine español. La industria cinematográfica española comenzó a mostrar signos de recuperación tras el duro golpe sufrido como consecuencia de la crisis económica y la subida del IVA (del 8% al 21%) impuesta por el Gobierno conservador. Esta rehabilitación se hizo visible en la edición de este año de los premios Goya, donde, por primera vez en varios años, no había un claro favorito, sino varios aspirantes de peso. El director andaluz Alberto Rodríguez logró una considerable victoria sobre el resto de los nominados al llevarse un total de 10 premios Goya por su película La isla mínima, incluidos los de mejor película y mejor director.

La isla mínima es un thriller oscuro y conmovedor, muy en la línea de La Caja 507 de Enrique Urbizu. Esta película funciona en muchos niveles diferentes y es en esta complejidad donde reside su principal atractivo. Se necesitan al menos un par de visionados para entender la complejidad de sus diferentes capas. La actuación es magnífica, con especial mención a Javier Gutiérrez, cuya interpretación del policía franquista es sin duda su mejor papel, y uno de los mejores de 2014.

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sinopsisDos adolescentes desaparecen de un pueblo en lo más profundo de los pantanos del Guadalquivir. Desde Madrid son enviados dos detectives, ambos con métodos muy diferentes y que no pasan precisamente por el mejor momento de sus carreras profesionales. Una huelga amenaza la cosecha de arroz y complica las investigaciones de los dos policías, presionados para resolver el caso lo antes posible. Sin embargo, lo que descubren es la evidencia de que han desaparecido muchos más jóvenes y de que existe otra fuente de riqueza: el tráfico de drogas.

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MARSHLAND (LA ISLA MINIMA) es un excelente thriller gótico dirigido y coescrito por Alberto Rodríguez. Ambientada en un pueblo rural de Andalucía, en septiembre de 1980, la película presenta un misterio relacionado con la desaparición y el asesinato de dos adolescentes con el telón de fondo de la transición a la democracia tras la muerte de Franco. Dos detectives de Madrid – rápidamente establecidos como el joven e idealista policía bueno y el viejo y hastiado policía malo – investigan el caso mientras intentan trabajar el uno con el otro. Sin embargo, a medida que avanza la película, se hace evidente que hay algo más bajo la superficie, tanto de los personajes como de la ciudad.

Los grandes puntos fuertes de esta película son la fotografía y el diseño de sonido. MARSHLAND está intercalada con hermosas tomas aéreas del escenario del título y sus alrededores. El color amarillo desaturado de la película da la impresión de ser antigua y descolorida, lo que es adecuado para una obra de época, y el uso de las sombras en las numerosas escenas nocturnas también es eficaz. El diseño de sonido eleva enormemente la película, con una banda sonora inquietante acompañada de un coro de cigarras y otras criaturas que ponen en primer plano la lejanía de la zona. El clímax de la película presenta el diseño de sonido más eficaz: desaparece toda la música y se intensifican los sonidos de la respiración y el movimiento de los personajes mientras corren por el pantano.

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Lo que me preocupa de la película es que, aunque este subtexto social debería ser la preocupación central de la narración, el equipo parece más interesado en hacer un thriller de asesinos en serie al estilo americano. La mayoría de los comentaristas se han referido a la serie de HBO True Detective. Debo ser la única persona que no ha visto la serie que, según tengo entendido, comienza en un ambiente similar en Luisiana y que también se refiere a un “caso frío” de hace diecisiete años que ahora se ve reabierto con el trabajo de los detectives en el crimen original bajo escrutinio. Al no haber visto este modelo, me inclino a pensar en el trabajo de David Fincher en Seven (1995) y Zodiac (2007), que tienen un sentido similar de diseño de época, un sentido casi fetichista de las escenas del crimen y una ira y compromiso que impulsa al investigador aislado. El problema para mí con los modelos de Hollywood de Fincher es que tienden a ser “personales” más que “sociales” en su alcance – son como narraciones de rompecabezas horripilantes en las que los agentes narrativos (policías, periodistas) sufren. No dicen mucho directamente sobre la sociedad que produce los crímenes.

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